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El rey sin rumbo

La soledad de la corona a veces le hacía dudar del camino que había emprendido...


¿Y si eso no era lo que lo hacía feliz? ¿Y si debería haber elegido otro camino?


El rey se sentía un poco decepcionado. Había luchado toda la vida para estar allí, y ahora que por fin lo había logrado, se sentía vacío y desgraciado.


¿Habían valido la pena todos los sacrificios y esfuerzos que había hecho? ¿No sería mejor abandonarlo todo y emprender un nuevo camino? ¿Qué diría todo el mundo?


Decidiera lo que decidiera, estaba completamente atrapado en ese dilema que había comenzado a perseguirlo justo después de conseguir la corona.


Estaba sentado en su trono y todos lo miraban.


Se levantó pesadamente, poniendo su cara más orgullosa, y levantó la copa.


En esa sala nadie hacía nada hasta que el rey lo hacía.


Con la copa levantada en la mano derecha y la mano izquierda en el corazón, su voz resonó como un trueno: "¡Por los días de gloria que vendrán!"


La sala entera rugió: "¡Por los días de gloria que vendrán!"


El rey se sentó de mala gana en su trono de nuevo, mirando lánguidamente a la multitud y preguntándose qué hacía allí...

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