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The Secret Pond

Era un camino estrecho que se adentraba en el bosque, con árboles a ambos lados. Los árboles eran tan frondosos que el interior del bosque era oscuro. Aiden avanzaba por aquel camino solitario.


Los caminos que se adentran en los bosques suelen estar llenos de maleza y hierbas, pero este camino era llano; estrecho pero llano, sin hierbas que impidieran el paso.


A medida que Aiden avanzaba por el camino, el silencio del bosque se hacía más profundo. Solo se oía el suave crujir de las hojas secas bajo sus pies y, de vez en cuando, el canto de un pájaro lejano, casi como un murmullo. El camino, aunque estrecho, parecía guiarlo con una precisión misteriosa, como si supiera exactamente a dónde quería llevarlo.


Aiden notaba una ligera brisa acariciando su piel, pero no venía de las copas de los árboles; parecía venir de algún lugar más allá. Siguió caminando, con la sensación de que algo lo esperaba, que lo invitaba a seguir adelante, pero sin revelarse aún.


De repente, el camino comenzó a abrirse lentamente, y la oscuridad del bosque se disipó ligeramente.


Frente a él, se encontró con un claro desconocido, un espacio abierto en medio de ese mar de hojas. En el centro, un estanque de aguas quietas reflejaba el poco cielo que se veía entre las ramas, como un espejo perfecto.


El lugar estaba impregnado de una tranquilidad inquietante, como si el tiempo se hubiera detenido solo en ese rincón escondido del mundo.


Aiden se acercó con precaución al estanque, fascinado por la quietud del agua. Observó cómo las ondas se entrelazaban suavemente, formando círculos perfectos que parecían propagarse hacia el infinito. Pero, de repente, una de esas ondas se intensificó, rompiendo la armonía del espejo de agua.


Sintió un leve movimiento bajo la superficie, como si una sombra oscura se estuviera moviendo allí. Contuvo la respiración, con el corazón latiendo cada vez más rápido. ¿Qué estaba pasando? Se acercó aún más, con los ojos fijos en ese punto donde el agua había cambiado.


Y entonces, como en un sueño, una figura etérea emergió del agua. Una figura delicada, casi translúcida, con una luz propia que parecía brillar desde dentro. Era un hada, pequeña y gracil, con alas que parecían hechas del mismo agua del estanque, brillantes y temblorosas como el reflejo de un rayo de luz.


Sus ojos, llenos de antigua sabiduría y misterio, se clavaron en Aiden. Sonrió suavemente, como si hubiera estado esperando ese momento durante mucho tiempo. El bosque, que antes parecía tan oscuro y amenazante, ahora parecía envolverlos con una sensación de magia y anticipación.


¿Qué quería esa hada? ¿Por qué había aparecido en ese momento, en ese lugar escondido? Aiden no podía apartar la mirada de esos ojos brillantes, preguntándose qué sería lo siguiente, qué magia desconocida estaba a punto de desatarse en ese rincón olvidado del bosque.


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